<<...Y si cada vez que miro al cielo, ¿Estaré observando a alguien que me observa porque aquél miró hacia el cielo?>>

viernes, 1 de enero de 2016

Oasis I

   Acostado en mi cama con las sábanas desordenadas como olas que me rodean, contemplo el techo de mi habitación, color blanco puro, color contrastado con el cielo que oculta; negro azabache en forma de terciopelo grueso, con unas miseras estrellas teniendo miedo de ser vistas por la vida.
   Siento aún los ojos cansados por tantas lágrimas derramadas; quemados hasta tener un color rosado carmesí presentable a la multitud, con la mirada fija al foco muerto de la lámpara que cuelga, solo pienso en lo blanco que es tener la mente despejada, solo eso.

   El cielo despertó con una brisa fría de primavera, con tonos pasteles de celeste y rosado pálido, pocas nubes se encontraban presentes, en formas lineales de colores rosado chillón; los cables comunicacionales espantaban tal gloriosa vista, mostrando la ordinariez máxima que puede tomar. Ojos secos miraban tal paisaje como si no fuera novedoso la forma en la que era, como monotonía dentro de la rutina.
   Despacio el café es percolado a la jarra para iniciar las horas, 3 cucharadas de azúcar es suficiente para subir el ánimo, supongo. El gato busca llamar la atención, rogando por comida, el único ser en ésta casa que me encanta que me pida cosas, me da placer consentirlo, es hijo mio de alguna manera.
   Por la ventana se ven los rayos pasteles de afuera, luces molestas al saber que el significado es incierto, duro, molesto, y aburridor. No ha pasado mucho desde que la noche se volvió negra, pero mas normal que meses anteriores; incluso, era el más normal que había visto en los pocos años que llevo de existencia. Aunque aveces me pongo a pensar en que, después de todo, ya no se sabe lo que es normal y lo que no, solo nos acostumbramos a ver diferencias mensuales, a escuchar de personas con más experiencias lo que ellos piensan, y nosotros lo adoptamos como si fuera nuestra fe en ello.
   Es temprano aun, las tantas de la mañana ha de ser porque aun hace un poco de frío, hay silencio en la casa ya que están todos durmiendo, y las sombras contrastan de azul al rosado pastel, una escena pintoresca, reproducible a tela y óleo, con característicos tonos cálidos y fríos.
   Me apoyo en el mueble que esta frente a la ventana con la taza blanca en la mano para ver el firmamento un poco mas enfocado; realmente una escena hermosa la combinación de colores extensos y llamativos, que te habla de la paz física y mental que uno necesita.
   No siento la necesidad ni de comenzar la rutina, todo se ha vuelto aburrido, mi cuerpo se ha desgastado con el tiempo, con el estrés de la universidad, que me ha dejado decadente de emoción física; gracias a Dios que hoy es sábado y no tengo que ir a clases.
   Polera blanca, jeans claros gastados, zapatillas apretadas negras, salgo al patio a ver bien el cielo que se había formado, no muestra signos ni síntomas de que ocurra alguna desgracia, será otra excepción al igual que lo negro del mes pasado; nada pasó.
   El rosado al medio día se transformaba en naranjo claro y lo celeste en blanco, el sol hace años que no se convertía amarillo frente a nuestros ojos, las hileras de algodón apuntaban a la cima de las montañas que se podían ver a lo lejos detrás de mi casa, el viento soplaba a la misma dirección, llevándose las hojas verdes volando entre el suspiro. Pequeñas tortolitas se encontraban volando dirección al norte, contra la corriente, en pequeños grupos de no más de cuatro integrantes, pareciendo pequeñas motas negras y grises recorriendo el paisaje.
   En la plaza a dos calles de mi casa, me encontraba sentado en las bancas de madera opaca, con la vista hacia arriba, viendo los haces de luz que cruzaban entre las hojas y ramas de los árboles, observando como aquellos rayos hace varios meses atrás no era lo que se vive ahora; era de un color rojo intenso sangriento, colocado al medio del tablero de ajedrez, donde casi la humanidad perdió el sentido de ser ella misma.
   Fue hace bastante la verdad, donde el negro azabache reinaba el lugar, y los policías corrían de un lado a otro sin sentido. Recuerdo que nos quedamos perplejos mirando a tal sol reluciente con mucho temor, demasiado incluso puedo llegar a decir; el espanto se encontraba en el cuerpo de cada uno en ese momento, y cuando hablo de cada uno, me refiero de cada persona que sacó su cabeza por la ventana y se encontró con la escena grotesca aquella.
   Mi hermana, al encontrarse horrorizada por tal espejismo, pues parecía serlo ya que lo irreal se tornaba gris con lo real, no logró aguantar más sus piernas y se dejo caer al piso como muñeco de títere, del cual ni sonó en el impacto. Cuando reaccioné y volví dentro de mi ser, dí dos pasos hacía atrás y tome a mi hermana del brazo para devolvernos a la casa; no se si se levantó, no se si me la llevé a rastras, sólo sé que entró conmigo a casa.

viernes, 22 de mayo de 2015

Jaque Mate III

   No sé exactamente como nos podrá afectar en desorden un tablero de ajedrez, pero nada sale bien de cualquier sueño formado allá arriba, por lo que la armada militar siempre está atenta a cualquier suceso que pudiese resultar de lo más improvisto para que no vuelva a morir otro país; Canadá se encuentra extinto actualmente, pues, en una época con el cielo azul cristal como el mar Atlántico, fue devorado por una ola de miles de kilómetros de alto, hundiendo todo el territorio canadiense en menos de una hora, dejando sólo el límite del territorio estadounidense intacto.
   Al ver que los policías corruptos corrían de un lado a otro frente a mis narices, me volví a encerrar en mi casa para ver si mi hermana estaba despierta ya, deseando que ella no hubiese soñado ese frío tablero que nos dejó a obscuras. De mi madre no tengo de que preocuparme, ya que casi no duerme por que según ella, no lo necesita, y mi hermano no tendría porque haber soñado con el ajedrez pues éste casi ni conoce de su existencia, quedando descartado rápidamente.
   Al entrar en la pieza con las paredes rosadas y con el aroma a perfume olor a algodón de azúcar, veo a mi querida hermana enrollada entre las sábanas procurándose de no sentir el frío que había en el exterior de la cama, manteniendo su angelical aura estable en su cara durmiente.
   Puse una canción al azar con el volumen más fuerte que podía reproducir mi celular para que ella despertara, y tan pronto abrió uno de los ojos, me miró enojada por haberla interrumpido de lo que pudo haber sido un excelente y tranquilo sueño en su mundo pacífico, pidiéndome a voz de gruñona y a secas que apagara la música por que no estaba de humor, pues la verdad nunca lo está hasta que se toma el desayuno, luego de eso ya es posible establecer una conversación fluida.
   Dejó de mirarme y se giró para terminar con la vista en la ventana, y sus ojos quedaron redondos como platos blancos finos de cerámica albina, a lo cual le tuve que explicar sobre el acontecimiento recién ocurrido, preguntándole si había soñado con eso o si terminó soñando con su mundo perfecto. A final de cuentas, no fue ella la que imaginó ese cielo, por lo que sentí un gran alivio que salió desde lo más profundo de mis pulmones, sanos sin tabaco, y  feliz por tener a cada miembro de mi familia un mes más.
   Cuando me estaba alejando de la pieza más femenina de la casa, mi hermana me detiene con lo que fue un recordatorio de una promesa que le acepté hace unos días atrás: tenía que llevarla a algún lugar para cotizar los precios de las clases de ballet clásico, las clases que el médico le recomendó/obligó a tomar para tratar su escoliosis infantil.
   Mi hermana, inconsciente al parecer del riesgo que es salir a obscuras a la calle, no me dejó otra más que acompañarla a llevar a fin su tarea, ya que si no la acompañaba, ella iría sola sí o sí, arriesgándose a cualquier peligro externo que se pudiese cruzar por el camino
   Una vez vestida y disimuladamente maquillada, abrimos el portón que da camino a la calle; cerrado éste, nos dirigimos a cruzar la avenida principal, solo que casi no se podía ver por donde pisábamos, mas bien dicho, casi no se podían ni ver nuestros propios pies; una vez caminado unas tres cuadras, la luces de los faroles empezaron a encenderse iluminando la sombría calle en un pavimento anaranjado con sombras negras azabache como la noche más obscura que el hombre haya podido ver, indicando que por fin los electricistas arreglaron el problema que habían causado mundialmente en todas las manzanas de cada ciudad.
   Ahora todo era más visible, se podía ver perfectamente por donde pisábamos, todos los detalles de los árboles desnudos enterrados en tierra no virgen, y hasta se podían ver a los perros callejeros jugando al final de las casas a lo lejos; el cielo se veía igual, el negro seguía siendo negro con delineaciones en formas de nubes, y en las tabletas blancas, la leche seguía corriendo su camino en esplendor...
   ... Solo que... ahora la leche ya no seguía su gradiente al viento, si no que en vez de eso, se iba centrando en un punto rojo que se encontraba encima de nuestras cabezas inmóviles.

jueves, 21 de mayo de 2015

Jaque Mate II

   Por radio, prensa, y todos los otros medios de comunicación globales se anunciaba la rápida búsqueda de la policía militarizada frente al individuo que pronunció ese sueño que el cielo formó, obligándonos a vivir bajo una certidumbre opaca como tal mente distorsionada del que lo pensó.
   Viviendo casi en una ceguera temporal, terminé mi desayuno a tientas y recogí bajo mi libro que estaba leyendo este mes una pequeña linterna de llavero completamente de metal diseñada para que fuera usada en casos desprovistos como éstos. La tenue luz me sirvió para vestirme y completar mi rutina matutina de todos los días actuales de toma.
   Lo único claro visible en la sociedad eran las tabletas blancas del cielo que se iban moviendo al son del viento, mientras la bandada de pájaros hambrientos los seguía en forma de V hasta perderse entre la blancura del fondo, y entre medio de las calles unas pocas luces de linternas y celulares ajenos se encontraban iluminando todo el negro que nos rodeaba.
   Por los parlantes del gobierno en cada esquina de las calles anunciaban que cuando sea medio día podrían encender las luces de las avenidas para establecer el poco de orden que nos sujeta a la racionalidad, ya que por el momento presentaban fallas técnicas pues la ceguera del ambiente provocó que los encargados de las luces no hicieran satisfactoriamente su trabajo, cortando algunos cables que no correspondían y rompiendo sin querer unos cuantos interruptores eléctricos.
   Tras alejarme de la ventana con cortinas blancas semi-transparentes como la seda misma de la cual observaba el cielo, me propuse salir a ver bien el firmamento desde un lugar no techado para tener una idea clara a lo que nos enfrentábamos.
   En el día de la Colusión inicia el cielo formado por el pensamiento y en promedio éste tardaba dos semanas en volver a la normalidad, pero siempre llevándose alguna parte de lo nuestro a través de catástrofe "Naturales" que ocurren sin ningún sentido desde la nada.
   Hace un año, un viejo de México transformó su pesadilla en un cielo tenebroso y temido de los cuales muchos siguen aún traumatizados por el suceso: El cielo era un campo de batalla de la Segunda Guerra Mundial de color carmesí obscuro que se multiplicaba por todo el pavimento que pisaban los soldados hasta extenderse a un campo rojo, para luego terminar con una calcinación donde quedaba como resto una pila de ceniza gris que se iba volando según la dirección y el sentido del viento primaveral. A los días siguientes, el viejo no fue encontrado en la faz de la tierra, y a la semana la capital de México se encerró en una capa de fuego que destruyó todo lo que se encontraba a su paso, esparciendo el humo a los países hermanos asfixiando a miles de personas que se desconoce su identidad pues las brasas navegaron por el aire quemando todo lo que pudiese tocar.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Jaque Mate I

   La mañana del 20 de Mayo se venía gris y descontenta, las nubes tapaban lo amarillo del sol, provocando que el día se tomara como perdido en lo abstracto del azul y el blanco chillón, los arboles ya no tenían ni una hoja por el temporal en que estábamos, y el viento chocaba estruendosamente contra el vidrio provocando un sonoro descontento del clima frente a la envidia de nuestro acobijo hogareño.
   Mi celular suena exactamente a las 09:47 a.m. por la llamada de un amigo para contarme que el médico no le encontró ninguna anomalía en su cuerpo ya que se sentía desganado y adolorido éstos últimos días de la semana; con el sueño en la voz y el cansancio en los ojos le felicité por lo sucedido y luego volví a tapar mis manos entre las sabanas calientes de tela gruesa y cubrecama de plumas, los cuales después tuve que alejar de mi ya que no podía volver a reconciliar mi sueño.
   Me senté en el frío sillón de cuero sintético con patas de maderas rasguñadas por el tiempo y el gato, y encendí el computador para ver mis series matutinas que me quitan la vida cada segundo por cada pixel que recorre mi vista; no tenía nada más interesante que hacer o pensar, ya que mi Universidad se la tomaron mis compañeros para que el Director entienda nuestras peticiones de un trato justo y digno tal como el impresionante arancel que pagamos con el sudor de nuestros padres, así que por ahora no tenia ni Matemáticas ni Química General en mi cabeza.
   Entre escenas de diálogos y cortes con mucha sangre, decidí que era la hora de desayunar, bajé las escaleras peldaño por peldaño ya que la fobia a volver a caerme me llega al inconsciente como el tic-tac de un reloj de cuerda, además que hay que sumarle la constante de que el gato siempre estará bajando al compás de mis pasos entrecruzándose de una pierna a otra y así continuamente, pareciendo que su malicia interior despierta en ese momento para hacerme caer con tanta gracia que por dentro se ha de reír a maullazos. 
   Como la flojera profunda que tiene cada uno en la mañana me llego pesada, no quise esperar a que la tetera hirviera y simplemente mezcle en un tazón de porcelana china un poco de cereal con yogurth de durazno que había comprado el día anterior, y me propuse a comerlo con un cuchara de plata mientras subía la escalera, y una vez vuelto al sillón de color café obscuro con las patas arañadas, vi que la luz del día nublado ya no estaba.
   El día de la "Colusión" había comenzado otra vez como cada mes que se efectúa éste, donde la conformación del cielo cambia de forma a cualquiera que una persona al azar haya pensado en su sueño, o también puede ser pesadilla; el mes pasado le tocó a un niño que vivía en Inglaterra presentar su imagen de su pesadilla y ésta resultó ser un río de sangre voluminoso corriendo tras una gradiente infinita de concentración, presentando grandes manchas de coagulación entre medio del baño rojo y fibras que parecían ser aun más obscuras.
   Este día tocó como cielo fracciones monocromáticas de blanco y negro: un tablero de ajedrez infinito que se pierde en el horizonte del océano pacífico, donde las tabletas blancas se veían como leche moviéndose de un lado a otro, y en las negras se podía ver aun las definiciones y contornos de las nubes desplazándose en contra de nosotros, llevándose al sol con ellas, y a la vez, a la luz, dejando el día como noche y la noche como negro pecaminoso.