<<...Y si cada vez que miro al cielo, ¿Estaré observando a alguien que me observa porque aquél miró hacia el cielo?>>

viernes, 22 de mayo de 2015

Jaque Mate III

   No sé exactamente como nos podrá afectar en desorden un tablero de ajedrez, pero nada sale bien de cualquier sueño formado allá arriba, por lo que la armada militar siempre está atenta a cualquier suceso que pudiese resultar de lo más improvisto para que no vuelva a morir otro país; Canadá se encuentra extinto actualmente, pues, en una época con el cielo azul cristal como el mar Atlántico, fue devorado por una ola de miles de kilómetros de alto, hundiendo todo el territorio canadiense en menos de una hora, dejando sólo el límite del territorio estadounidense intacto.
   Al ver que los policías corruptos corrían de un lado a otro frente a mis narices, me volví a encerrar en mi casa para ver si mi hermana estaba despierta ya, deseando que ella no hubiese soñado ese frío tablero que nos dejó a obscuras. De mi madre no tengo de que preocuparme, ya que casi no duerme por que según ella, no lo necesita, y mi hermano no tendría porque haber soñado con el ajedrez pues éste casi ni conoce de su existencia, quedando descartado rápidamente.
   Al entrar en la pieza con las paredes rosadas y con el aroma a perfume olor a algodón de azúcar, veo a mi querida hermana enrollada entre las sábanas procurándose de no sentir el frío que había en el exterior de la cama, manteniendo su angelical aura estable en su cara durmiente.
   Puse una canción al azar con el volumen más fuerte que podía reproducir mi celular para que ella despertara, y tan pronto abrió uno de los ojos, me miró enojada por haberla interrumpido de lo que pudo haber sido un excelente y tranquilo sueño en su mundo pacífico, pidiéndome a voz de gruñona y a secas que apagara la música por que no estaba de humor, pues la verdad nunca lo está hasta que se toma el desayuno, luego de eso ya es posible establecer una conversación fluida.
   Dejó de mirarme y se giró para terminar con la vista en la ventana, y sus ojos quedaron redondos como platos blancos finos de cerámica albina, a lo cual le tuve que explicar sobre el acontecimiento recién ocurrido, preguntándole si había soñado con eso o si terminó soñando con su mundo perfecto. A final de cuentas, no fue ella la que imaginó ese cielo, por lo que sentí un gran alivio que salió desde lo más profundo de mis pulmones, sanos sin tabaco, y  feliz por tener a cada miembro de mi familia un mes más.
   Cuando me estaba alejando de la pieza más femenina de la casa, mi hermana me detiene con lo que fue un recordatorio de una promesa que le acepté hace unos días atrás: tenía que llevarla a algún lugar para cotizar los precios de las clases de ballet clásico, las clases que el médico le recomendó/obligó a tomar para tratar su escoliosis infantil.
   Mi hermana, inconsciente al parecer del riesgo que es salir a obscuras a la calle, no me dejó otra más que acompañarla a llevar a fin su tarea, ya que si no la acompañaba, ella iría sola sí o sí, arriesgándose a cualquier peligro externo que se pudiese cruzar por el camino
   Una vez vestida y disimuladamente maquillada, abrimos el portón que da camino a la calle; cerrado éste, nos dirigimos a cruzar la avenida principal, solo que casi no se podía ver por donde pisábamos, mas bien dicho, casi no se podían ni ver nuestros propios pies; una vez caminado unas tres cuadras, la luces de los faroles empezaron a encenderse iluminando la sombría calle en un pavimento anaranjado con sombras negras azabache como la noche más obscura que el hombre haya podido ver, indicando que por fin los electricistas arreglaron el problema que habían causado mundialmente en todas las manzanas de cada ciudad.
   Ahora todo era más visible, se podía ver perfectamente por donde pisábamos, todos los detalles de los árboles desnudos enterrados en tierra no virgen, y hasta se podían ver a los perros callejeros jugando al final de las casas a lo lejos; el cielo se veía igual, el negro seguía siendo negro con delineaciones en formas de nubes, y en las tabletas blancas, la leche seguía corriendo su camino en esplendor...
   ... Solo que... ahora la leche ya no seguía su gradiente al viento, si no que en vez de eso, se iba centrando en un punto rojo que se encontraba encima de nuestras cabezas inmóviles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario