Por radio, prensa, y todos los otros medios de comunicación globales se anunciaba la rápida búsqueda de la policía militarizada frente al individuo que pronunció ese sueño que el cielo formó, obligándonos a vivir bajo una certidumbre opaca como tal mente distorsionada del que lo pensó.
Viviendo casi en una ceguera temporal, terminé mi desayuno a tientas y recogí bajo mi libro que estaba leyendo este mes una pequeña linterna de llavero completamente de metal diseñada para que fuera usada en casos desprovistos como éstos. La tenue luz me sirvió para vestirme y completar mi rutina matutina de todos los días actuales de toma.
Lo único claro visible en la sociedad eran las tabletas blancas del cielo que se iban moviendo al son del viento, mientras la bandada de pájaros hambrientos los seguía en forma de V hasta perderse entre la blancura del fondo, y entre medio de las calles unas pocas luces de linternas y celulares ajenos se encontraban iluminando todo el negro que nos rodeaba.
Por los parlantes del gobierno en cada esquina de las calles anunciaban que cuando sea medio día podrían encender las luces de las avenidas para establecer el poco de orden que nos sujeta a la racionalidad, ya que por el momento presentaban fallas técnicas pues la ceguera del ambiente provocó que los encargados de las luces no hicieran satisfactoriamente su trabajo, cortando algunos cables que no correspondían y rompiendo sin querer unos cuantos interruptores eléctricos.
Tras alejarme de la ventana con cortinas blancas semi-transparentes como la seda misma de la cual observaba el cielo, me propuse salir a ver bien el firmamento desde un lugar no techado para tener una idea clara a lo que nos enfrentábamos.
En el día de la Colusión inicia el cielo formado por el pensamiento y en promedio éste tardaba dos semanas en volver a la normalidad, pero siempre llevándose alguna parte de lo nuestro a través de catástrofe "Naturales" que ocurren sin ningún sentido desde la nada.
Hace un año, un viejo de México transformó su pesadilla en un cielo tenebroso y temido de los cuales muchos siguen aún traumatizados por el suceso: El cielo era un campo de batalla de la Segunda Guerra Mundial de color carmesí obscuro que se multiplicaba por todo el pavimento que pisaban los soldados hasta extenderse a un campo rojo, para luego terminar con una calcinación donde quedaba como resto una pila de ceniza gris que se iba volando según la dirección y el sentido del viento primaveral. A los días siguientes, el viejo no fue encontrado en la faz de la tierra, y a la semana la capital de México se encerró en una capa de fuego que destruyó todo lo que se encontraba a su paso, esparciendo el humo a los países hermanos asfixiando a miles de personas que se desconoce su identidad pues las brasas navegaron por el aire quemando todo lo que pudiese tocar.
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